En tiempos de
heroismo computarizado y tres d para toda la familia. Me descubrí leyendo la excelente colección que reeditó Clarín, sobre las aventuras de Corto Maltés, este logrado personaje de
Hugo Pratt, me atrapó mucho más que la película Avatar.
En el mundo de tinta y papel de Corto Maltés, me sentí dentro de un barco, me sentí escapando de un tiroteo, me sentí sin miedo a la muerte. Raro es, en este tiempo en donde la tecnología está tan avanzada a la hora de simular la realidad, que el viaje de mi mente halla sido disparado por un par de viñetas en colores.
Pensando en ello, me di cuenta de que hay algo llamado calidad artística, eso es como
esencia, una especie de elixir que los alquimistas del arte, utilizan para dar vida a sus creaciones, esa
escencia estaba ahí en esa historieta y no en otras nuevas películas ni en los nuevos dibujos animados tridimensionales.
Por eso espero que esta nueva
colección tenga larga vida y que los pequeños que la encuentren en su casa, porque seguramente la compró su papá, se acerquen a la
verdadera historieta y descubran como se soñaba e imaginaba en los tiempos en que la televisión e
Internet no dominaban todas las formas de pensamiento.
